Fingir demencia: entre la evasión y la manipulación

Fingir demencia no es solo “hacerse el distraído”. Es una estrategia inconsciente que usamos para evadir o manipular situaciones que nos incomodan. En este artículo exploramos sus dos caras, sus raíces emocionales y cómo asumir responsabilidad para transformar vínculos y crecer con más conciencia.

Lic. Cristian D. Olivé

10/24/20253 min read

La frase “fingir demencia” se escucha con frecuencia en la vida cotidiana. Puede aparecer en un chiste, en un comentario irónico o en medio de una discusión. En el lenguaje popular suele usarse para señalar a alguien que se hace el distraído, que actúa como si no entendiera o no se diera por aludido, cuando en realidad sí comprende lo que está ocurriendo.

El origen de la expresión parece vincularse con el ámbito jurídico y psiquiátrico, donde la simulación de un estado de demencia podía significar la posibilidad de una pena menor o incluso la inimputabilidad de un acusado. Con el tiempo, el uso se desplazó a lo coloquial y adquirió un sentido mucho más amplio: señalar esa actitud de evasión frente a situaciones que demandan responsabilidad.

Dos modos de fingir demencia

Podemos distinguir dos grandes maneras en que la frase cobra vida en lo cotidiano:

1. Fingir demencia para evitar el dolor de enfrentar algo difícil

A veces sabemos que necesitamos hablar claro, poner un límite o asumir una decisión incómoda. Sin embargo, elegimos mirar para otro lado y actuar como si nada pasara.

  • Ejemplo: una persona que siente que su jefe le está pidiendo demasiado trabajo, pero en lugar de decir “no puedo con todo esto”, se calla, se sobrecarga y hace como que “no ve” el exceso.

  • Otro ejemplo: alguien que descubre señales de que su pareja no está actuando de forma transparente, pero prefiere ignorarlas para no afrontar una verdad dolorosa.

Aquí, fingir demencia es una estrategia defensiva: busca protegernos de la ansiedad, del miedo al rechazo o de la incomodidad de crecer.

2. Fingir demencia para no asumir responsabilidades y sacar ventaja

En otros casos, alguien se beneficia de una situación desigual y, cuando es confrontado, responde como si no entendiera o se coloca en el rol de víctima.

  • Ejemplo: una persona que siempre se “olvida” de pagar su parte en una cena y, cuando se le reclama, sonríe diciendo que “no se había dado cuenta”.

  • Otro ejemplo: un familiar que constantemente recibe ayuda económica de los demás, pero al mismo tiempo afirma que “nadie lo apoya”.

Este tipo de “demencia fingida” funciona como estrategia manipulativa: no es una defensa, sino un modo de conservar privilegios y desplazar la responsabilidad hacia otros.

La raíz común: inmadurez y falta de responsabilidad

En ambos casos hay un denominador común: la dificultad de asumir responsabilidad con madurez.

  • Quien evade un límite, evita crecer y se mantiene en un lugar infantil, donde la comodidad pesa más que la evolución.

  • Quien manipula desde la victimización, rehúye el acto adulto de reconocer su parte, responsabilizarse y actuar en consecuencia.

Muchas veces, estas actitudes tienen raíces más profundas:

  • En la infancia, poner límites a los padres podía implicar miedo a perder su amor o provocar su enojo, lo cual dejaba al niño atrapado en la obediencia o el silencio.

  • En otros casos, asumir el rol de “víctima” era una estrategia inconsciente para recibir atención o cuidado, aprendida en el seno familiar.

De este modo, lo que en la adultez aparece como un simple “hacerse el distraído” puede tener detrás complejos inconscientes que bloquean la energía vital y llevan a repetir patrones.

Freud ya lo señalaba con su concepto de beneficio secundario del síntoma: aunque un síntoma resulta displacentero, siempre trae consigo un beneficio (evitar un conflicto, recibir atención, conservar privilegios) que lo vuelve tentador de sostener.

El pacto invisible: cómo afecta a todos

Lo curioso es que fingir demencia nunca afecta solo a quien lo practica. También quien lo tolera, quien entrega el beneficio sin cuestionarlo, queda atrapado en una dinámica que limita la evolución de ambos. En este “pacto invisible”, uno se aferra a la comodidad de no responsabilizarse, y el otro alivia su incomodidad evitando confrontar. El resultado es el mismo: ninguno crece, ninguno avanza.

Salir del patrón: responsabilidad consciente

Por más incómodo que resulte, la única salida es asumir la propia responsabilidad. Esto no implica culparse ni culpar al otro, sino aprender lo que corresponde aprender, con sabiduría y madurez.

Responsabilizarse es un acto de consciencia que libera energía vital, rompe con patrones repetitivos y abre la posibilidad de relaciones más auténticas y justas. Fingir demencia, en cambio, puede hacernos reír en un chiste cotidiano, pero como hábito vital no ayuda a nadie. Solo sosteniendo la incomodidad y el desafío de crecer podemos realmente avanzar.